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domingo, 19 de febrero de 2012

Una Educadora Social en #NovadorsOM12

"La sabiduría es a la locura como la razón es a la pasión. Y en el mundo hay mucha más pasión que razón. Lo que mantiene al mundo en movimiento, la fuente de la vida, es la locura. La locura trae todo lo que en la vida es vitalidad y valor. Es una energía espontanea de la cual nadie puede prescindir (...) La locura es la alegría indispensable para la felicidad". Elogio de la Locura. Erasmo de Rotterdam


Y allí estaba yo, en medio de la sala rodeada de aquellas gente amable, afable, sonriendo, a pesar de la hora, demostrándose cariño, mediante calurosos gestos, abrazos, besos, risas de complicidad, guiños...caminaba dubitativa detrás de mi acompañante, observando, saludando torpemente, manifestando de una forma evidente que era mi primera vez (y que quizás carezca de la habilidad social requerida en este tipo de encuentros y de distancias).
   
    La excitación inicial por el reencuentro, o los primeros encuentros, dio paso a la emoción por comenzar una jornada motivada por el deseo de compartir (RAE 1. Repartir, dividir, distribuir algo en partes. 2. Participar en algo.), estas dos acepciones recogidas en el diccionario se palpaban en la sala, lo notaba, era una sensación intensa que me transportó a un nuevo mundo, dónde todos los “profes” parecían llegados de otra galaxia, donde aún seguían preocupados por mejorar ese proceso tan complejo y tan antiguo de enseñanza y aprendizaje, gente que se salía de su etiqueta de docente para pasar a ser personas comprometidas con su profesión y por ende con su contexto, personas que a pesar de la que está cayendo, se reunen un sábado con la sana intención de compartir, de crear para construir... 

Y por un momento creí que yo también era uno de ellos.
   
    

Pero no lo soy, no lo digo con pena, sino que afirmo una realidad; mi ámbito, la educación social, tiene mucho más de social que de educativo, nuestras instituciones están mucho más dirigidas al control social que a la educación, al asistencialismo que a la prevención, a lo más urgente que a lo importante. Y siento un poco de envidia por no tener la posibilidad como decían algunos de los presentes, de encontrarme, de tener un claustro tan abierto, tan plural, tan loco, tan entregado a compartir experiencias que si bien no son en sí mismas la receta mágica que todo el mundo espera, si que suponen “el ambiente”, el caldo de cultivo necesario, para que, se puedan realizar cambios reales en la vida de algunos de esos alumnos privilegiados en compartir espacios de aprendizaje con todos estos docentes que se mueven en este tipo de “Bazares” llenos de tanta genialidad y/o locura.


    Aún sigo dándole vueltas a todo esto, pensando cada día en llevar a la práctica esa idea de educación como el valor social que logrará formar ciudadanos comprometidos con una “aldea global” en la que cohabitar contribuyendo a un desarrollo sostenible justo e igualitario.

 

No me gusta este final tan poético, tan idealista, y tan poco práctico en el día a día. Pero es cierto aún sigo dándole vueltas. Aquella misma noche, me puso a leer el libro "El Bazar de los locos", me emocione, me decepcione, me reí, me asombré, no entendía algunas cosas, me pregunté, me di cuenta que algunas palabras, después de conocer a su creador, se parecen mucho a el, son espejos del alma como los ojos, que sin querer te llevan a la locura, te transportan a ese bazar que huele a incienso de canela, donde el ocre de las paredes se mezcla con azules, verdes, rojos muy intensos, donde el calor te adormece y el bullicio te aviva.